Único ecomuseo en Maracaibo
La Fundación Eugenio Di Loreto es la que mantiene y conserva el espacio. Fue decretado Sendero de Interpretación Ambiental por el Fondo Regional de Turismo. Todos los sábados se realizan talleres y son gratuitos.
Maracaibo tiene un lugar mágico, acogedor y en el que todavía quedan rastros de los piratas que llegaron por el Lago en los años 1500.
San José de La Matilla, así se llama este espacio considerado ecomuseo y decretado Sendero de Interpretación Ambiental, por el Fondo Regional de Turismo.
Desde el mismo instante que se llega a la reja de madera, clavada a paredes con una forma similar al más preciado tesoro de este sendero: su capilla, las sensaciones que comienzan a experimentarse son increíbles.
Al dar el primer paso en La Matilla el sonido de las hojas secas empieza a transportarlo. Se verá rodeado de frondosos y centenarios árboles que en conjunto se convierten en un bosque encantador.
Se respira tranquilidad, armonía. Se exaltan los colores, los sonidos, las texturas y hasta los sabores de la naturaleza.
Al recorrer sus instalaciones el dicho que reza “La naturaleza es sabia” encuentra sustento, pues cada una de las plantas, de las rocas, de las flores y de las hojas se presentan en su justo lugar.
A pesar de ubicarse en una zona cálida, en el ecomuseo se respira frescura.
Pero lo más especial del recorrido se consigue en la capilla. Está tal como se encontró, sólo se pintó. Tiene un olor característico a madera y su pequeño Cristo revela la devoción de los antepasados que habitaron el lugar.
Como en todo sitio antiguo las leyendas le dan más misticismo. “Yo nunca he visto nada —asegura Simón Herrera encargado del mantenimiento— pero quien vivía antes que yo contaba que escuchaba correr y relinchar un caballo, que luego tumbaba todos los corotos de la cocina y al día siguiente nada había pasado”.
Pero la historia que más llama la atención a los visitantes es la del túnel subterráneo que atraviesa a La Matilla, “en el que supuestamente se refugiaban los pobladores de la época, con sus tesoros, cada vez que los piratas llegaban a orillas del Lago”.
Para encontrarse en medio del gran bosque y constatar con sus sentidos todo lo descrito, llegue a la Curva de Molina y tome la vía a La Concepción, hasta la altura del kilómetro 18. Si quiere que la experiencia sea más turística haga su recorrido en el Tranvía (sale desde La Vereda del Lago). El transporte ofrece el servicio ecoturístico.
Formación
La Fundación Eugenio Di Loreto es la que mantiene y conserva el ecomuseo desde hace más de 30 años. Quiere que todo el estado Zulia y, por supuesto Venezuela, conozca de las maravillas que allí se concentran.
Entre su labor destaca la difusión cultural dirigida a las comunidades.
“Estamos desarrollando una serie de talleres dirigidos fundamentalmente a niños que residen en las comunidad aledaña, pero los niños y jóvenes de otros sectores también son bienvenidos”, señaló Blanca de Di Loreto, presidenta de la fundación.
Allí aprenden pintura, escultura, recientemente se sumaron los de fotografía y cerámica y muy pronto empezará el de gaita, para formar Gaiteritos de La Matilla.
La misión de quienes dirigen La Matilla está clara: “Brindarle un espacio agradable y natural a los zulianos y al mismo tiempo ofrecerle herramientas plásticas y artísticas a los niños y jóvenes para que se desarrollen”, insistió Andreína Carrizo, coordinadora de la fundación.
La naturaleza lo espera.
La Fundación Eugenio Di Loreto es la que mantiene y conserva el espacio. Fue decretado Sendero de Interpretación Ambiental por el Fondo Regional de Turismo. Todos los sábados se realizan talleres y son gratuitos.
Maracaibo tiene un lugar mágico, acogedor y en el que todavía quedan rastros de los piratas que llegaron por el Lago en los años 1500.
San José de La Matilla, así se llama este espacio considerado ecomuseo y decretado Sendero de Interpretación Ambiental, por el Fondo Regional de Turismo.
Desde el mismo instante que se llega a la reja de madera, clavada a paredes con una forma similar al más preciado tesoro de este sendero: su capilla, las sensaciones que comienzan a experimentarse son increíbles.
Al dar el primer paso en La Matilla el sonido de las hojas secas empieza a transportarlo. Se verá rodeado de frondosos y centenarios árboles que en conjunto se convierten en un bosque encantador.
Se respira tranquilidad, armonía. Se exaltan los colores, los sonidos, las texturas y hasta los sabores de la naturaleza.
Al recorrer sus instalaciones el dicho que reza “La naturaleza es sabia” encuentra sustento, pues cada una de las plantas, de las rocas, de las flores y de las hojas se presentan en su justo lugar.
A pesar de ubicarse en una zona cálida, en el ecomuseo se respira frescura.
Pero lo más especial del recorrido se consigue en la capilla. Está tal como se encontró, sólo se pintó. Tiene un olor característico a madera y su pequeño Cristo revela la devoción de los antepasados que habitaron el lugar.
Como en todo sitio antiguo las leyendas le dan más misticismo. “Yo nunca he visto nada —asegura Simón Herrera encargado del mantenimiento— pero quien vivía antes que yo contaba que escuchaba correr y relinchar un caballo, que luego tumbaba todos los corotos de la cocina y al día siguiente nada había pasado”.
Pero la historia que más llama la atención a los visitantes es la del túnel subterráneo que atraviesa a La Matilla, “en el que supuestamente se refugiaban los pobladores de la época, con sus tesoros, cada vez que los piratas llegaban a orillas del Lago”.
Para encontrarse en medio del gran bosque y constatar con sus sentidos todo lo descrito, llegue a la Curva de Molina y tome la vía a La Concepción, hasta la altura del kilómetro 18. Si quiere que la experiencia sea más turística haga su recorrido en el Tranvía (sale desde La Vereda del Lago). El transporte ofrece el servicio ecoturístico.
Formación
La Fundación Eugenio Di Loreto es la que mantiene y conserva el ecomuseo desde hace más de 30 años. Quiere que todo el estado Zulia y, por supuesto Venezuela, conozca de las maravillas que allí se concentran.
Entre su labor destaca la difusión cultural dirigida a las comunidades.
“Estamos desarrollando una serie de talleres dirigidos fundamentalmente a niños que residen en las comunidad aledaña, pero los niños y jóvenes de otros sectores también son bienvenidos”, señaló Blanca de Di Loreto, presidenta de la fundación.
Allí aprenden pintura, escultura, recientemente se sumaron los de fotografía y cerámica y muy pronto empezará el de gaita, para formar Gaiteritos de La Matilla.
La misión de quienes dirigen La Matilla está clara: “Brindarle un espacio agradable y natural a los zulianos y al mismo tiempo ofrecerle herramientas plásticas y artísticas a los niños y jóvenes para que se desarrollen”, insistió Andreína Carrizo, coordinadora de la fundación.
La naturaleza lo espera.
Búro de Convenciones y Visitantes de Venezuela
Por Mercedes Contreras Soto
Venezuela.
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